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Vinotinto: hasta que el corazón deje de latir

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Vinotinto: hasta que el corazón deje de latir

Foto: María De Aguiar (SVT)

Vinotinto: hasta que el corazón deje de latir

Nueve de septiembre de dos mil veinticinco, son las 8:00 a.m. A las calles de Maturín las arropa el silencio, como si de una cuarentena se tratase. Ayer era imposible dormir por el ruido en las avenidas. Los carros vociferando fe mediante sus bocinas. Los transeúntes, donde sea que los vieras, solo hablaban del partido.

Los sitios de comida estuvieron repletos de turistas que vinieron a ver a «11 hombres detrás de una pelota». Da gusto ver a los acompañantes que no ven fútbol, pero sienten el vinotinto como si de su sangre se tratara.

Los escuchas hablar y su voz tiembla. ¿Saben qué es bonito? Que ven a un periodista y enseguida le preguntan qué pasará mañana. Buscan en ellos la respuesta a la incertidumbre vinotinto: ¿Será que esta vez sí? Y sí, todos creemos en lo mismo. Todos contestamos: Hasta que el corazón deje de latir.

No cabe ni un alma más en los hoteles. La app de Airbnb tiene todos los hospedajes disponibles, pero a partir del 11/09. ¿Antes de esa fecha? Se te cae la app y tienes que reiniciar el celular.

Pero hoy fue distinto, me despertó el silencio: la ansiedad de saber si se gana o no. La nostalgia por saber que hay personas que estuvieron en el proceso, pero hoy no pueden estar. Soñé con la selección de Farías y la de Páez. Soñé con El Tanque, con Stalin y con el Diablo Samuel, quienes no vivieron un proceso tan firme en la selección.

Ansiedad.

Los más de 780 mil habitantes de la ciudad están ansiosos, emocionados, aterrados. Tienen un cóctel de emociones encontradas por este día. El día en que Venezuela puede hacer historia.

Hoy no juegan 18 atletas. Hoy juegan 38 millones de venezolanos. 52 mil en estadio, 700 mil en casas, locales y concentraciones de Maturín, 12 millones repartidos por el mundo. ¿Y los demás? pegados al televisor, a la radio. Abrazados con mamá y papá.

Porque la Vinotinto reúne hasta a las familias que no se quieren.

Por fin llegamos a la última fecha dependiendo de nosotros. Y contra un rival que habla, habla y habla. ¿Qué han ganado ellos? Nada. Pero siguen hablando.

La gente quiere ver guerra de fútbol en el Monumental. Que los teñidos de vino salgan a la cancha a buscar la victoria. No se acepta nada menos. Porque los venezolanos no somos menos, ante nadie.

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